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Jugar con niños: deberías? Si es así, cómo?

Actualizado: 22 oct 2020

Jugar con tu hijo no es “jugar” a menos que los dos se estén divirtiendo.

Traducido por Varignia Montalbetti con la autorización de Peter Gray Ph.D.


Si buscas en Google frases como "jugar con niños", encontrarás muchos expertos que te dirán lo importante que es el juego entre padres e hijos para ambas partes. Lo describen como una forma de relacionarse y conocer a tu hijo, una forma de divertirse y hacer ejercicio saludable con tu hijo, y una forma de ayudarlo a aprender nuevas habilidades. Sin embargo, también encontrarás publicaciones de padres, en su mayoría madres, que confiesan que juegan con sus hijos porque se sienten culpables y que, a decir verdad, odian jugar con ellos.

El problema de que los niños dominen a los padres en el juego

Muchos de los adultos que son lo suficientemente valientes como para admitir que odian jugar con sus hijos (o al menos que a veces no les gusta) han aprendido de los expertos que se supone que no deben dominar el juego y que deberían permitir que el niño lidere el juego. Pero llegan demasiado lejos con esta idea.

El problema es que la forma en que los niños quieren jugar, a menudo, no es la forma en que los padres quieren jugar. Por un lado, a los niños les encanta hacer lo mismo una y otra vez. Están cableados para ello. Así es como aprenden; así es como practican una habilidad hasta que la desarrollan bien. Pero es comprensible que los padres no quieran hacer eso, al menos no con la habilidad particular con la que el niño está obsesionado. Una madre, cuyo hijo le exigió que jugara "Discoball" con él repetidamente, siempre de la misma manera, escribió: "Es cierto que fue divertido las primeras 500 veces… pero ahora está empezando a agotarme".

A veces, los niños también quieren mandar a sus padres en el juego solo por mandar. Se convierten en pequeños tiranos, y algunos padres lo permiten porque piensan que se supone que deben hacerlo. Por ejemplo, una madre describió cómo su hija, en juegos de simulación, exigió que ella, la madre, dijera solo las líneas exactas que la hija eligió para ella, y sólo en el momento preciso en que la hija le dijo que podía decirlas. La hija se enojaba cuando la madre variaba su línea o la decía en el momento incorrecto. La hija podía ser creativa, pero la madre no. Para la madre, entonces, esto no era juego. La madre se permitía ser un implemento humano del juego, no una compañera de juegos. No es de extrañar que lo odiara.

Así que aquí hay un problema que ocurre en el juego entre padres e hijos. A nosotros, y cuando digo "nosotros", me refiero tanto a los padres como a las madres, se nos ha lavado el cerebro para creer que es nuestro trabajo prácticamente cada momento atender las necesidades de nuestros hijos, a veces diciéndoles exactamente lo que deberían hacer y otras veces atendiendo a todos sus caprichos. En algunos momentos somos los jefes, porque creemos que se supone que debemos dirigirlos por su propio bien (ese es un problema que he descrito en otras publicaciones). Pero en otros momentos, y especialmente en el juego, creemos erróneamente que nuestra tarea es permitir que nuestros hijos nos manden. Pero mandar en cualquier dirección destruye el juego. El juego requiere negociación y acuerdo, buscando la manera de satisfacer las necesidades de todos, no intimidación ni servilismo.

Ningún niño que se respete a sí mismo toleraría ser mandoneado de esa manera en un juego. Un niño compañero de juegos que se aburre después de 500 rondas de Discoball diría, en efecto: "O jugamos a otra cosa ahora o me voy de aquí". En el juego de fantasía, cualquier niño al que se le impida participar de forma creativa protestará de inmediato y, si la protesta no es tomada en cuenta, lo dejará. La capacidad de expresar descontento, de rebelarse, de renunciar, es lo que hace que el juego sea un vehículo tan poderoso para el aprendizaje social. Cuando permitimos que los niños nos dominen en el juego, que no presten atención a nuestras necesidades y deseos, destruimos el valor social del juego. No les estamos haciendo un favor a nuestros hijos al "jugar" con ellos de esta manera. De hecho, podemos convertirlos en niños mimados.

El problema de los padres que dominan a los niños en el juego

El error opuesto, por supuesto, es que dominemos a los niños en el juego o, en el extremo, nos hagamos cargo del juego y dejemos a los niños completamente fuera. Los papás son generalmente más culpables de esto que las madres, pero también he visto a las madres hacerlo. Comienzas juguetonamente construyendo algo juntos, tal vez un castillo de arena o uno de esos estupendos kits de Lego que están diseñados para lograr un producto final específico, y te involucras tanto y eres mucho mejor que el niño, que te haces cargo completamente, o le dices a tu hijo exactamente qué hacer, así que ahora es solo tu juego y no el del niño.

Recuerdo, hace años, cuando mi hijo era pequeño, nos unimos a un grupo llamado Guías Indios, que supuestamente brindaba oportunidades de conexión para padres y sus hijos pequeños. Una de las actividades a la que se nos invitó fue a la creación de pequeños autos de madera para un "Pine Box Derby". Supuse que la intención era que el hijo construyera el automóvil y que el padre desempeñara un rol de facilitador, para mostrarle al niño cómo usar las herramientas de manera segura y efectiva, o cómo limpiar los pinceles después. Estaba muy orgulloso del pequeño automóvil que construyó mi hijo de 8 años, y parecía divertirse construyéndolo. Parecía ser un juego de coonstrucción genuino para él.

Pero cuando nos presentamos en el derby, con el auto en mano, los dos quedamos abatidos. Todos los otros autos fueron perfectamente diseñados, bellamente pintados y pulidos. Me sorprendió la habilidad de todos los otros padres. Era obvio que los niños no habían jugado ningún papel en la construcción, excepto tal vez mirar o hacer solo algunas tareas siguiendo las instrucciones precisas de los padres. Quizás el juego proporcionó, hasta cierto punto, una oportunidad de aprendizaje para los niños mientras observaban a sus padres, pero definitivamente no fue un juego para ellos. En cualquier caso, mi hijo y yo sentimos el fuerte deseo de encogernos, arrastrarnos a casa y tirar nuestro auto, un auto que parecía haber sido construido por un niño de 8 años, a la basura.

La triste razón por la cual los padres de hoy sienten que es su deber jugar con los niños

Jugar nunca debería ser un deber; siempre debe ser por diversión. Jugar, por definición, es algo que quieres hacer; así que si "juegas" con tu hijo sin querer, no estás jugando.

David Lancy, autor de The Anthropology of Childhood y quizás el más experto en relaciones entre padres e hijos en todo el mundo, dice que la idea de que los padres deberían jugar con sus hijos es una idea occidental moderna y única. En otras culturas, y en la nuestra hasta las últimas décadas, los niños siempre tuvieron otros niños con quienes jugar. Los padres no sentían la necesidad de jugar con los niños, y los niños no querían jugar particularmente con los adultos, porque los niños tenían muchos compañeros de juego más interesantes: otros niños de todas las edades.

Los adultos en tales culturas podrían jugar, pero jugarían a su manera. A veces los niños se unían, lo cual estaba bien siempre y cuando los niños no arruinaran el juego. Y a veces los adultos, especialmente los jóvenes, se unían al juego de los niños, solo porque querían hacerlo, y eso estaba bien siempre y cuando los adultos no arruinaran su juego. Cuando los adultos jugaban con niños, nunca era por un sentido del deber; sino que sólo por diversión. Todo esto parece ser especialmente cierto en las culturas de cazadores-recolectores, según informes antropológicos. También fue generalmente así en las comunidades de los Estados Unidos en las que crecí, en la década de 1950.

Los niños, naturalmente, son mejores compañeros de juego para los niños que los adultos. Es más probable que tengan intereses similares, sentido del humor similar, niveles de energía similares. Es menos probable que sean condescendientes o que intenten convertir el juego en oportunidades de enseñanza deliberadas y aburridas. He argumentado en otra parte que el juego mixto puede ser especialmente valioso para los niños, tanto para los mayores como para los más jóvenes, pero cuando hablamos de alguien mayor de 30 años jugando con alguien menor de 10 años, la brecha puede ser difícil (aunque no imposible) de superar para conservar el verdadero espíritu de juego.

Nosotros, qué vergüenza, hemos creado un mundo en el que los niños no pueden simplemente salir al aire libre y encontrar niños para jugar sin que los adultos observen, intervengan y arruinen el juego. Esta es la primera vez en la historia de la humanidad (fuera de los períodos y lugares de esclavitud y trabajo infantil intenso) que los niños no han podido jugar libremente con otros niños, durante horas todos los días. Por supuesto, nos sentimos culpables por esto, y debemos hacerlo. Pero deberíamos usar nuestra culpa para resolver el problema real. Necesitamos encontrar maneras de permitir que nuestros hijos jueguen libremente con otros niños, no tratar de llenar ese vacío nosotros mismos, un vacío que estamos mal equipados para llenar.

Algunas formas divertidas de jugar con niños

De acuerdo, después de todo esto, tengo una confesión que hacer. Me gusta jugar con niños, y también tengo algunos buenos recuerdos de jugar con adultos cuando era niño. De hecho, creo que a la mayoría de los adultos les encantaría jugar con los niños si descubrieran, junto con los niños, formas de jugar que se adapten a las habilidades e intereses de todos. Como parte de mi investigación, a veces he visto a adolescentes jugar con niños mucho más jóvenes, y a menudo son brillantes para encontrar formas de jugar que sean divertidas para todos.

Podemos aprender algo sobre jugar con niños pequeños al ver cómo los adolescentes lo hacen. Los adolescentes, después de todo, eran niños pequeños hace solo unos años, y no han olvidado lo que disfrutan los niños pequeños o cómo disfrutar de algunas de las mismas cosas. Y los adolescentes no tienen miedo de no ser asertivos e insisten en buscar formas de juego que sean divertidas tanto para ellos como para los más pequeños.

Juegos bruscos

A la mayoría de los niños pequeños les encantan los juegos de persecuciones y juegos bruscos con niños mayores o adultos. El adulto puede ser el monstruo, que atrapará al niño y se lo comerá en el desayuno. El niño pequeño chilla de alegría mientras huye, y el chico grande realmente disfruta el chillido. Todos se ríen sin control. O el adulto puede acostarse boca arriba (generalmente es un "él" que juega de esta manera, pero no siempre) y balancear al pequeño hacia arriba y hacia abajo con las piernas, o tirarlo sobre el sofá o sobre una pila de almohadas u hojas. O puede lanzar al pequeño al aire y atraparlo, o dar paseos a cuestas. En todos estos juegos, ambos jugadores están haciendo un gran ejercicio, el pequeño disfruta de una emoción maravillosa, y el más grande también siente la emoción, directa o indirectamente.

En este juego siempre es crucial que el adulto esté en sintonía con las expresiones de alegría o miedo del niño. Si el miedo comienza a dominar y la alegría disminuye, debe retroceder. El mayor necesita ajustar la intensidad del juego, siempre, para satisfacer las capacidades del niño. Lo que es maravillosamente emocionante para un niño puede ser aterrador para otro.

Deportes relajados

Tengo grandes recuerdos de las comidas campestres: a veces eran comidas campestres sindicales (mi padrastro era un hombre sindical), a veces comidas campestres de la iglesia, a veces reuniones de la familia extendida, en las que todos jugábamos algo juntos. Usualmente era softball. Había mujeres y hombres, niñas y niños, adolescentes y niños pequeños. Seguíamos reglas que lo hacían divertido para todos, como lanzar suavemente a los pequeños y principiantes, o hacer que los adolescentes y hombres jóvenes fuertes batearan con una escoba y saltaran en un pie alrededor de las bases. Había algo especial y maravilloso en estos juegos que unía a las generaciones. De niño no hubiera querido jugar así todo el tiempo, pero fue genial hacerlo dos o tres veces al año en esos días de campo.

Juegos de cartas o juegos de mesa en familia

Una gran idea, creo, es establecer una noche regular como "noche de juegos familiares", en la que todos los que quieran puedan jugar algo juntos. El truco es encontrar un juego que todos disfruten, para que todos quieran jugar. En mi familia de origen, en la década de 1950, el juego que más disfrutábamos era la canasta, un juego de cartas que estaba de moda en todas partes. Teníamos noches de canasta, y cuando teníamos visitas de parientes o amigos, ellos también podían jugar. Lo mejor de la canasta es que implica una cierta habilidad, por lo que no se trata solo de suerte, sino que la habilidad se desarrolla con facilidad como para jque los niños de 7 años que quieran pueden llegar a ser tan buenos como los adultos. También hay muchos otros juegos de cartas y juegos de mesa, que funcionan. A algunas familias que conozco les encanta jugar charadas juntas. Los pequeños a menudo son muy buenos en eso; son actores naturales, naturalmente creativos y se suman a la diversión de todos.

Bueno, esas son algunas ideas para hacerte pensar. La idea principal es esta: si quieres jugar con tu hijo, asegúrate de encontrar formas de hacerlo que sean divertidas tanto para ti como para tu hijo. Debería ser una alegría, no un deber. Sin embargo, tienes un deber con respecto al juego de tu hijo, y es descubrir cómo permitir que juegue libremente y con frecuencia con otros niños, lejos de los adultos, ese es el pan y la mantequilla del juego infantil. Tu juego con tu hijo es solo un pequeño regalo especial de vez en cuando, para ambos.


 
 
 

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